extracto del libro Mero Cristianismo
Los cristianos creen que un poder malvado se ha hecho por ahora el príncipe de este mundo. Y, claro, esto suscita algunos problemas. Este estado de cosas, ¿se halla o no de acuerdo con la voluntad de Dios? Si se halla de acuerdo, diríamos que es un Dios extraño; y si no se halla de acuerdo, ¿cómo puede suceder algo que sea contrario a la voluntad de un ser con poder absoluto?
Pero cualquiera que haya estado ejerciendo autoridad sabe que una cosa puede estar de acuerdo con su voluntad en una forma y en otra no. Es muy sensato que una madre diga a sus hijos: "Yo no voy a estar poniéndoles en orden su cuarto todas las noches. Deben aprender a mantenerlo ordenado ustedes mismos". Pero luego una noche sube al cuarto y ve que el osito de felpa y la tinta y la gramática francesa se hallan regadas por todas partes. Esto es contra su voluntad. Preferiría que los niños fueran ordenados. Por otra parte, su voluntad es dejar a los niños en libertad de ser desordenados.
Lo mismo sucede con cualquier regimiento, sindicato o escuela. Permites que una cosa sea voluntaria y la mitad de la gente no lo hace. No es que quieras tal resultado, pero tu voluntad lo ha hecho posible. Probablemente ocurre lo mismo en el universo. Dios creó cosas que tuvieran libre albedrío. Esto quiere decir criaturas que pudieran escoger entre 10 bueno y lo malo. Algunas personas piensan que pueden imaginarse una criatura libre que no tenga posibilidad alguna de escoger el mal; yo no puedo.
Si una cosa es libre para hacer lo bueno también es libre para hacer lo malo. Y el libre albedrío es lo que hace que el mal sea posible. ¿Por qué, entonces, nos dio Dios libre albedrío? Porque el libre albedrío, aunque hace que el mal sea posible, es también lo único que hace posible que el amor o la bondad o el gozo valgan la pena. Un mundo de autómatas, de criaturas que operen como máquinas, apenas si valdría la pena ser creado. La felicidad que Dios determina para sus criaturas más elevadas es la felicidad de estar libre y voluntariamente unidas con El y entre sí en un éxtasis de amor y de deleite, comparado con el cual el amor más avasallador entre un hombre y una mujer en esta tierra es mera leche aguada. Y para eso tienen que ser libres.
Por supuesto que Dios sabía lo que sucedería si tales criaturas usaban mal su libertad; aparentemente pensó que el riesgo valía la pena. Tal vez nos sintamos inclinados a estar en desacuerdo con El. Pero hay una dificultad en cuanto a no estar de acuerdo con Dios. Dios es la fuerza de la cual proviene nuestro poder de raciocinio; no podemos nosotros estar en lo cierto y El estar equivocado más de lo que puede una corriente de agua levantarse por encima de su origen. Cuando uno discute con El está discutiendo con el poder que lo capacita para discutir; es algo así como cortar la rama del árbol en el cual estamos trepados. Si Dios piensa que este estado de guerra en el universo es un precio que vale la pena pagarse por el libre albedrío -o sea, por un mundo vivo en el cual las criaturas puedan hacer mucho bien o mucho mal y algo de verdadera importancia pueda tener lugar, en lugar de un mundo de juguete que sólo se mueva cuando El mueva sus cuerdas- podemos estar seguros que vale la pena pagarlo.
Cuando hayamos entendido lo que es el libre albedrío, veremos lo tonto de la pregunta que alguien nos formuló una vez: "¿Por qué Dios hizo una criatura de materia prima tan sumamente mala que se echó a perder?" Mientras mejor sea el material que se emplea para hacer una criatura -la más inteligente y la más fuerte y la más libre- mejor será si se comporta bien; pero peor será si opta por seguir el mal. Una vaca no puede ser ni muy buena ni muy mala; un perro puede ser lo mismo mejor que peor; un niño todavía un poco mejor o peor; un hombre común, aún más; un hombre de genio, todavía más; un espíritu sobrehumano puede ser el mejor o el peor de todos.
¿Cómo fue que el espíritu de las tinieblas llegó a hacer lo malo? Sin duda que aquí tenemos una interrogante a la cual los seres humanos no pueden dar respuesta con certeza. Sin embargo podemos ofrecer una suposición razonable (y tradicional) basada en nuestras propias experiencias de hacer lo que es malo. Desde el momento en que eres tú mismo hay una posibilidad de que te pongas en primer lugar esperando ser el centro de todo, esperando, en efecto, ser Dios. Este fue el pecado de Satanás y fue éste el pecado que él enseñó a la raza humana. Algunos creen que la caída del hombre tuvo que ver con el sexo, pero es una equivocación. (Lo que el relato del Libro del Génesis sugiere es que la corrupción de nuestra naturaleza siguió a la caída como uno de sus resultados, siendo así efecto y no causa.) Lo que Satanás puso en las mentes de nuestros remotos antepasados fue la idea de que podrían ser "como dioses": que podrían independizarse como si se hubieran creado; que podrían ser sus propios amos; que podrían inventar alguna clase de felicidad sin Dios, aparte de El. Y como resultado de ese intento vano tenemos todo esto que llamamos historia humana -dinero, pobreza, ambición, guerra, prostitución, clases sociales y económicas, imperios, esclavitud-, el prolongado y terrible relato del hombre en su afán por hallar algo fuera de Dios que pueda proporcionarle la felicidad.
La razón de que nunca pueda lograrlo es ésta: Dios nos hizo; nos inventó tal como un hombre inventa un motor. Un automóvil está hecho para que funcione con gasolina, y no correrá bien con otra cosa. Dios diseñó la máquina humana para que funcionara con El. El mismo es el combustible para nuestros espíritus, o la comida que fue designada para alimentarnos.
No existe otra cosa. Es por ello que no es bueno pedirle a Dios que nos haga felices a nuestra propia manera sin que tengamos que molestarnos con la religión. Dios no puede darnos felicidad y paz sin El porque es imposible. No existe tal cosa.
Esta es la clave de la historia. Se consume una cantidad tremenda de energía. Se edifican civilizaciones. Se han inventado instituciones magníficas. Pero siempre algo ha salido mal. Por algún sino fatal siempre la gente egoísta y cruel llega a dominar la escena y todo vuelve a la miseria y a la ruina. La máquina se avería. Todo parece que empieza bien y que avanza unos cuantos metros y luego se rompe. Están tratando de hacerla andar con un combustible inapropiado. Eso es lo que nos ha hecho Satanás a los humanos. ¿Y qué fue lo que hizo Dios? Primero que todo, nos dejó conciencia, sentido de lo bueno y de lo malo; y a través de la historia ha habido gentes que han estado tratando, algunas de ellas con sus mejores esfuerzos, de obedecerla. Nadie lo ha logrado hasta ahora. En segundo lugar, envió a la raza humana lo que llamaríamos buenos sueños: me refiero a esos relatos, a veces estrafalarios, que hallarnos en todas las religiones paganas en cuanto a un dios que muere y vuelve a la vida y que por su muerte de cierta forma da nueva vida a los hombres. En tercer lugar, Dios escogió a un pueblo en particular y gastó varias centurias martillando en sus cabezas la clase de Dios que El era: que El era el único y que le gustaba el buen proceder. Ese pueblo es el pueblo judío, y el Antiguo Testamento nos relata el proceso de martilleo.
Entonces viene lo verdaderamente asombroso. Entre estos judíos de repente se presenta un hombre que dice que es Dios, que puede perdonar los pecados. Dice que siempre ha existido. Que vendrá a juzgar al mundo al final de los tiempos. Entendamos esto con toda claridad. Entre los panteístas, al igual que entre los hindúes, cualquiera puede decir que es parte de Dios: no está diciendo nada raro. Pero este hombre, siendo corno era judío, no podía referirse a esa clase de Dios. En su lenguaje, Dios quiere decir un ser aparte del mundo que El hizo, un ser infinitamente diferente de cualquiera otra cosa. Y cuando se logra captar tal cosa, se verá que lo que este hombre decía era sencillamente lo más asombroso que nunca antes hubieran pronunciado labios humanos.
Una parte de esta afirmación tiende a escaparse de nuestra atención porque la hemos oído con tanta frecuencia que ya casi no le vernos su importancia. Me refiero al perdón de los pecados; de cualesquiera pecados. A menos que quien esté hablando sea Dios, esta afirmación es absurda, tan desproporcionada que da risa. Podernos entender que un hombre perdone ofensas que se le hayan hecho. Me das un pisotón y te perdono; me robas el dinero y te perdono. ¿Pero qué diríamos de un hombre a quien nada de esto le haya pasado y que anuncia que perdona el que otro hombre haya sido pisoteado y haya sido robado? Fatuidad asnal es el término menos duro que usaríamos para describir su manera de proceder. Sin embargo esto fue lo que Jesús hizo. Les dijo a la gente que sus pecados eran perdonados, y nunca esperaba que se consultara a los que indudablemente habían sido perjudicados por tales pecados. Sin vacilar se comportaba corno si El fuera la parte más afectada, la persona ofendida con todas las ofensas.
Esto tiene sentido si El realmente era el Dios cuyas leyes son quebrantadas y cuyo amor es herido por cada pecado. En labios de cualquiera que no sea Dios estas palabras sólo podríamos considerarlas corno una necedad y una fantasía sin paralelo en la historia de la humanidad.
Sin embargo (y esto es lo extraño y significativo) aun sus enemigos, cuando leen los Evangelios, por lo general no sacan la impresión de que Jesús fuera un necio y un fatuo. Mucho menos los lectores libres de prejuicios. Cristo dice que El es "manso y humilde" y nosotros le creernos, y no notamos que, si El fuera un simple hombre, la mansedumbre y la humildad son las características que menos atribuiríamos a algunos de sus dichos.
Estarnos tratando aquí de evitar que alguien diga la mayor de las tonterías que a menudo se han dicho en cuanto a El: "Estoy dispuesto a aceptar a Jesús corno un gran maestro de moral, pero no acepto su afirmación de que era Dios". Esto es algo que no deberíamos decir. El hombre que sin ser más que hombre haya dicho la clase de cosas que Jesús dijo, no es un gran moralista. Bien es un lunático que está al mismo nivel del que dice que es un huevo o el diablo del infierno.
Puedes hacer tu elección. O bien este hombre era, y es el Hijo de Dios; o era un loco o algo peor. Escarnécele como a un insensato, escúpelo y mátalo como a un demonio; o cae a sus pies y proclámalo como Señor y Dios. Pero no asumamos la actitud condescendiente de decir que fue un gran maestro de la humanidad. El no nos proporciona campo para tal actitud. No fue eso lo que El intentó.
1 comentario:
Que bueno Edu! Felicitaciones por la iniciativa!!!
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